En mi casa mando yo, y eso lo sabe mi marido, que a la vez es mi mas fiel esclavo. No obstante, me gusta recordárselo a menudo, hacerlo sentir inferior y humillarlo, no solo porque forma parte de su vida, sino porque a mi me excita muchísimo. El siempre esta dispuesto, como debe de ser, es mi lameculos y comecoño, y como el perro que es, me huele el ojete siempre que a mi me da la gana. El muy cerdo, a la mínima que mete su sucia nariz entre mis nalgas, y se acerca a mi ano, se empalma, y eso le convierte en mas complaciente todavía. En esos momentos, se tragaría mis pedos, como ya ha hecho muchas veces, pero eso es un premio, y ha de ganárselo. Hoy vas a olerme el culo, que esta sudadito y con olor a Diosa, me voy a sentar en tu cara, aplastártela y obligarte a que respires a través de mi sagrado coño y ano. Eres un esclavo afortunado, no cabe duda...
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