Cuando mi amiga y yo nos juntamos, solemos divertirnos a costa de algún infeliz que se atreve a ponerse en nuestras manos. A este, en particular, le espera una buena sesión de sufrimiento, complaciendo nuestros instintos sádicos. Le vamos a coser la polla, agujerearla sin miramientos, queremos verle sangrar, y mientras que las agujas atraviesan sus genitales, introduciremos sondas en su uretra, queremos que se acuerde de nosotras al mear. Lo curioso de esta situación, es que pese al castigo al que sometemos a nuestro esclavo, su polla crece y crece, su excitación aumenta por momentos. Te atreverías tu, a ser nuestro juguete?
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